Cada vez que la arquitecta Patricia López se sube a su auto para hacer un viaje largo, lleva un libro para amenizar el trayecto mientras conduce. No lo hace con un ojo en la ruta y otro en el texto. Patricia “escucha” el libro. Ahora que está aprendiendo francés, por ejemplo, elige títulos en este idioma.
Patricia es usuaria de audiolibros, un formato que aunque se remonta hace 50 años -cuando nació como una forma de ayudar a personas no videntes-, ha resurgido con fuerza en la era digital, gracias a la proliferación de los reproductores MP3, al punto de convertirse en el formato de libros que más creció el último trimestre en EE.UU. respecto a igual período del año pasado: 32,7%, con ventas que superaron los 25 millones de dólares.
Aunque en Chile el aumento no es tan explosivo, igualmente ha ido sumando una creciente oferta de editoriales que exportan el arte de hacer hablar al papel.
Patricia conoció los audiolibros hace cinco años. En ese entonces, ella tomaba un curso de historia y notaba que perdía muchas clases.
Su marido, que había conocido el sistema en Estados Unidos, le sugirió usarlo. “Es una ganancia doble: aprendes y ganas tiempo”, dice.
De hecho, según cifras de Audible.com, mientras una persona que sólo usa papel lee en promedio cinco libros al año, quienes usan audiolibros terminan 17 títulos.
Cómo funciona
Los libros pueden bajarse como un gran archivo, o bien divididos por capítulos, dependiendo del sitio y de la oferta.
Un libro como Los Juegos del Hambre, por ejemplo, tiene 384 páginas en su versión de papel. Su duración en audiolibro es de 11 horas y 14 minutos. Su calidad va desde un rango de 40 megabytes, hasta uno máximo de poco más de 100, calidad que el usuario determinará según el lugar donde quiera escucharlo. En la tranquilidad de su hogar bastará una calidad mínima, pero si lo usa en el transporte público, necesitará una superior. Eso sí, su valor no cambia por elegir uno de mayor rango.
Su descarga es sencilla: si se compran de sitios como Audible.com -el portal más importante de venta de audiolibros, manejado por Amazon- se requiere bajar una aplicación que le permitirá escuchar los archivos, una medida para evitar la piratería. El archivo sólo puede reproducirse en un solo dispositivo. Por ejemplo, lo puede descargar en su PC y después traspasarlo a un MP3 para escucharlo en el auto, pero no podrá hacer copias de él.
En sitios libres, como LibriVox.org, el archivo simplemente se descarga y se escucha en cualquier sitio, pudiendo también hacer las copias que desee. Claro que la oferta es más acotada: sólo textos de autores cuyos derechos hayan caducado.
Los formatos más descargados son los libros infantiles, best sellers, y de autoayuda o desarrollo personal.
La experiencia de Patricia, sobre todo con sus hijos, ha sido satisfactoria. “Mis tres hijos han aprendido mucho tan sólo escuchando”, dice, mientras agrega que una de sus amigas hizo un viaje de ocho horas sólo con este tipo de obras y sus niños no molestaron nada.
El empujón
Javier Sepúlveda es fundador de ebooks Patagonia, editorial que desde 2008 no sólo produce, sino que distribuye audiolibros para mercados como el estadounidense. Sepúlveda explica que el formato no ha despegado tanto en Chile, básicamente por desconocimiento. “La mayoría lo asocia con libros para ciegos. En EE.UU., en cambio, se asocia a gente que quiere escuchar mientras va en auto o trotando”, dice.
Pese al desconocimiento, y a lo acotado del stock aún, el panorama está cambiando, sobre todo por el aumento de títulos en español.
Por ejemplo, en Patagonia ya han publicado 50 audiolibros, entre ellos la colección completa de Papelucho, sumando además títulos de EE.UU., Argentina y Colombia. También están en negociaciones para agregar otros 30 títulos, incluyendo trabajos locales como AudioPodcasts, proyecto en el que participa Patricia López contando la historia de América.
“Gran parte del crecimiento en EE.UU. se debe al ingreso de libros en idiomas como el español”, dice Sepúlveda.
Pese a que sólo el 1% de la oferta de Audible.com está en español, también va en aumento.
Para Sepúlveda, lo único que falta es entender que todos los formatos pueden convivir. Sólo depende del uso que quiera darle el cliente.
Fuente: La Tercera
No hay comentarios:
Publicar un comentario