18 de abril de 2013

Marcela Lechuga: “No está mal relajarse, lo que está mal es pensar que ésa es la vida”



Esta psicóloga nos desafía a no ver el estrés como una amenaza, sino como un motor para conseguir logros en la vida. Agrega que estamos inmersos en la cultura del no estrés que está distorsionando los hechos.
Su afirmación puede que no le guste a muchos, pero para esta psicóloga el estrés es parte de la vida y, además, necesario. Sí, porque sin el estrés que genera un parto vaginal, el bebé no consigue prepararse para salir a la vida de la mejor manera. O sin el estrés que genera un examen universitario, quizás estaremos poco preparados para enfrentar grandes problemas en la vida. 


En la ‘cultura del no estrés’ o de las consignas ‘el estrés produce cáncer’ resulta difícil escuchar los planteamientos de la psicóloga clínica, con posgrado en hipnosis Ericksoniana, Marcela Lechuga, quien nos invita a mirar y aceptar el estrés no como algo negativo, sino como un motor de vida. 

En su libro “Así es la vida”, Marcela sostiene que el estrés ha sido distorsionado entre otras razones porque se le confunde con situaciones angustiantes o la depresión. Por eso, aclara que el estrés nos debe preocupar sólo cuando se convierte en un estado crónico que deriva en el “burnout” o algo así como la quema total de los fusibles de una persona. 

Con una larga trayectoria de apoyo a equipos médicos que trabajan principalmente en el área oncológica, su apoyo terapéutico a las víctimas del terremoto de 2010 la impulsó a escribir esta obra en la que nos recuerda que el viaje del ser humano comprende enfrentar dolores, pérdidas, estrés, así como alegrías y que todo determinará la forma cómo cada uno honra su propia vida. 

“El estrés es una respuesta natural del organismo y de nuestro ser para poder enfrentar las demandas que la vida nos propone”, dice. 

-¿O sea, no es una enfermedad?
“No, es el motor que facilita vivir la vida, el poder responderle a la vida. Es un recurso, la tensión operacional óptima para poder estar atento y poder responder a los desafíos de la vida”. 

-¿Lo estamos viviendo, entonces, como una enfermedad?
“Sí, el estrés ha sido distorsionado; se le confunde con pena, rabia, frustraciones, incertidumbre, o sea, emociones que nos provocan cierto grado de descontrol, pero con esta distorsión estamos generando patologías, una cultura que le teme a su propia naturaleza. 
“No se debe confundir el estrés con el burnout. Hay personas que viven con estrés crónico y no se enferman ni caen en burnout, porque depende de nuestros hábitos, conductas y personalidad, como también de la liberación de los neurotrasmisores que nos permiten funcionar, pero si se lleva mucho tiempo en ese estado, se puede producir un desgaste de esos recursos”. 

-¿En qué momento el estrés pasó a ser tan impopular?
“Esta confusión se funda en los orígenes del concepto estrés, ya que en un comienzo se definió como una respuesta psicofisiológica del organismo y, desde este enfoque, se manifiesta a través de palpitaciones frecuentes, excesos de sudoración, dolores internos, entre otros síntomas. Pero esta atribución inmediata a señales corporales es imprecisa. Además, en su momento, el síndrome de surmenage era una patología crónica y progresiva, donde uno de sus gatilladores podía ser un estrés emocional crónico o traumático, entre muchas otras. Los recuerdos del sufrimiento de quienes padecían este síndrome y la definición imprecisa de estrés, nos dejó como secuela que ahora vivimos en una cultura del no estrés, donde se piensa que todo lo que nos estresa nos llevará a un estado de enfermedad”. 

-¿O sea, no queremos escuchar que el estrés es necesario?
“Sí, y si lo seguimos distorsionando estaremos yendo contra nuestra propia potencialidad y naturaleza. Hay una cultura errada; no podemos estar siempre relajados; no, en la vida todo es estrés, levantarnos, ir a trabajar, enamorarse, nacer, tener un hijo, jubilar, la muerte de un ser querido, dar el primer beso, la PSU, todo lo que la vida demanda es estrés, pero cómo nos irá dependerá de los recursos que cada uno tenga para enfrentar esos desafíos”. 

-¿Puede estar la explicación en el hecho de que consideramos que las generaciones pasadas vivían en forma más plácida? ¿Eso es una ilusión? 
“Todo tiempo ha tenido su ritmo, o sea, las generaciones pasadas tenían el mismo estrés contextualizado a su realidad; no es que haya más, aunque ahora hay un ritmo más acelerado, más exigencias y desafíos, pero lo que diferencia uno de otro es la existencia de un mecanismo para poder responder a todo, cual es el apoyo social, la cooperación y no lo competencia. Antes se cooperaba mucho más; hoy la sociedad es más individualista y se tiene que ser superwoman, superman”. 

-¿Nos estresamos más al idealizar situaciones que no eran tales? Se dice que todo tiempo pasado fue mejor.
“Eso nos hace tener una creencia negativa y eso pasa a ser como una profecía autocumplida. Que antes era mejor la vida, que el estrés nos va a enfermar y eso nos hace no valorar el presente y no tomar lo que la vida nos pone por delante como un desafío para desarrollar más potencialidades. Hay que corregir esas creencias”. 

-¿Hay intereses creados en esto de hacerle mala fama al estrés?
“Creados conscientemente no sé, pero la falta de precisión diagnóstica confunde el burnout con cuadros psiquiátricos y aumenta el consumo de psicofármacos”.

-Sí, pero también está todo el mundo de los spas, las sanaciones.
“Sí, hay una tendencia orientalizada. Los occidentales no podemos perder nuestra identidad y tenemos que aprender a usar nuestras vías, que nos hace estar inclinado a la acción.
“No está mal relajarse ni ir a un spa, lo que está mal es pensar que ésa es la vida y que está mal tener estrés”. 

Marcela aclara que si no se modifica la forma como afrontamos las situaciones que nos provocan estrés crónico -un jefe exigente, un padre enfermo, un marido ausente-, y no se desarrollan nuevas competencias y habilidades para enfrentarlo íntegramente, podemos estar predisponiendo un riesgo en nuestra salud. “Esto tiene que ver con las conductas y habilidades que se requieren para enfrentar la vida como adultos”, insiste.

-¿Qué condiciones se tiene que dar para que el estrés se haga crónico y se llegue al burnout? 
“No poder responder de forma eficiente a las demandas de la vida; hay algunos que son resistentes, que tienen control y reto frente a la vida. Además, si no se tienen los recursos o el apoyo social para enfrentar situaciones nos desgastamos más. No estamos predeterminados a enfermarnos, todo depende de la vulnerabilidad de cada uno y de vivir el estrés como amenaza y no desafío”. 

-Hoy se habla mucho de estrés laboral, ¿se está convirtiendo en un mito?
“El burnout es un síndrome y es verdad que se mitifica el hecho al darle nombre. Cuando hablaba de burnout hace 20 años todos me miraban con cara de pregunta y hoy está de moda. No todo es burnout y no todo estrés crónico te va a conducir a burnout”. 

-Hablas de autocuidado en el libro, ¿cuáles son esas claves?
“Tengo mucho cuidado de no dar tips, pero sí lo defino como ‘una conciencia de mí, para ser más consciente de ti’. No se puede dar lo que no se tiene y por eso, el autocuidado es esa conciencia personal de cuáles son las propias necesidades, carencias, para hacerse cargo de ellas y modificarlas. 
“La distorsión es pensar que el autocuidado sólo tiene que ver con el bienestar físico, sin entender que somos cuerpo, mente y alma y que ello requiere un cuidado integral”. 

Marcela remarca: “Si se vive el estrés como una amenaza y no como un desafío, te estás poniendo en peligro. Podemos prevenir el desgaste y vivir plenamente la vida si aprendemos a valorar el estrés como motor para concretar nuestras metas y nuestros sueños”.

Fuente: Emol