Dos antologías editadas en España -y, por ende, llegadas con atraso hasta este lado del mundo- confirman el buen momento de la crónica periodística en latinoamérica. Definir qué es crónica, bueno, ése es otro cuento.
Asoman en el horizonte dos nuevas antologías editadas en España de aquello que suele llamarse Nueva Crónica Latinoamericana. Una versión actualizada de esos relatos provenientes de las Indias, que tanto desconcierto causaban en la Corona al otro lado del Atlántico. Pero esta vez no son los adelantados ni los conquistadores quienes toman la narración, sino periodistas y escritores nativos que en los últimos años se han encargado de cruzar los límites del periodismo, dotándolo del ímpetu y de la energía de la literatura.
Sin embargo, Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara) y Mejor que ficción (Anagrama) llegan bastante tarde. Como en España no editan para nosotros sino para sus fronteras, el tono que cruza la selección evidentemente es el asombro frente al estado de las cosas en las antiguas colonias o bien la forma que tienen de contar los nativos que han salido a recorrer el mundo en busca de historias para sus revistas o suplementos.
Si bien ambas recopilaciones tienen más aciertos que errores u omisiones en la selección de nombres, es imposible no advertir que, en general, los parámetros temáticos son los mismos que midieron al Boom Latinoamericano a comienzos de los 60: violencia, pobreza, sexo, drogas (y poco rock and roll), además de una micro llena de personajes estrafalarios.
En efecto, se trata de dos libros abundantes, con una serie de autores connotados. En el caso de los nacionales, encontramos textos de Alberto Fuguet, Juan Pablo Meneses, Cristóbal Peña, Pedro Lemebel, Alejandro Zambra y Cristián Alarcón. (¿Nadie les habló de Roberto Farías?) Mención aparte merece el prólogo de cada antologador: aunque tanto el español Jorge Carrión como el colombiano Darío Jaramillo declaran que van a pérdida si su trabajo propone un canon, de todas formas lo hacen. Una antología necesita elegir y, por lo tanto, discriminar.
Pero aquello es irrelevante comparado con el trabajo faraónico que implica siquiera intentar una definición de crónica en estos días. Y acá ambos libros recogen una serie de referencias que alumbran el camino en este empeño. Podemos describir a la crónica, pero todo esto es apenas una aproximación comparado con lo básico del oficio, pues una cosa es este llamado "periodismo de autor" y otra conseguir buena materia prima, la cual, como ocurre hasta con la más modesta noticia, sólo es posible mediante el reporteo. El que no sale a la calle, no juega.
Pasarán años antes de dar con la definición. Es mejor que así sea, pues quien define siempre encierra, y entonces el siguiente paso será el descubrimiento de la fórmula y la fabricación en serie de algo que, como las papas, sólo se da por acá.
Fuente: Qué Pasa