Se le recordará como un poeta hiperactivo, apasionado y crítico, aunque Miguel Arteche, nacido en Nueva Imperial en 1926 y fallecido en la comuna de La Reina la noche del sábado, fue mucho más que un poeta.
Publicó cuentos, ensayos y hasta libros para niños; fue novelista y formador de generaciones de poetas; trabajó como académico, agregado cultural, periodista y subdirector de la Dibam; escribió himnos como el de la "Patria Joven", junto al compositor Juan Amenábar; y obras de carácter docto como la "Cantata del pan y la sangre", junto al músico de Concepción Wilfried Junge. Miguel Arteche quiso ser arquero de fútbol y ajedrecista. Terminó, además, siendo lo segundo.
"En uno de los tantos actos públicos, oficiosos e intelectuales a los que tenía que asistir, y donde es obligación disimular el aburrimiento, Miguel sacó de su bolsillo un tablero de ajedrez portátil", recuerda el poeta Floridor Pérez. "No alcancé ni a darme cuenta cuando hizo su salida y me dijo que jugara con él. Sus formas de escribir poesía y de jugar ajedrez estaban conectadas. Miguel siempre hacía aperturas clásicas en el tablero, que para mí equivalían a lo que representa el soneto", cuenta.
El soneto fue, por cierto, un campo abierto para la creación del fallecido Premio Nacional de Literatura de 1996. Miguel Salinas Arteche -que había alterado el orden de sus apellidos-, murió producto de una bronquitis obstructiva en la casa donde vivía junto a su mujer, Ximena Garcés, con quien tuvo siete hijos. Sus funerales se realizarán hoy en el Cementerio Católico.
Iniciado en la poesía hace 65 exactos años, desde que publicara el libro "La invitación al olvido" (1947), la crítica y él mismo declaraban sin embargo que fue con "Destierros y tinieblas" (1963) cuando Arteche alcanza su autonomía poética. Hacía una década que su delicada salud -sufría de arteritis temporal- lo había obligado a dejar la actividad literaria. Su última publicación fue el "Jardín de relojes" (2002), y la última vez que apareció en público fue el 23 de septiembre de 2008, cuando discípulos de su histórico Taller Nueve, nacido en 1979 con jóvenes poetas, le hicieron un homenaje en la Corporación Cultural de Las Condes con el lanzamiento del libro "Taller Nueve. Cuarta antología".
Alejandra Basualto, una de sus alumnas más cercanas, recuerda: "Era muy exigente y severo, pero a la vez muy generoso. Enseñó todo lo que sabía. Primero, a amar la poesía, y luego a descubrir el misterio y el poder de la palabra. Nos inculcó el rigor de la palabra exacta, que él sabía descubrir. Siempre nos asombraba". "Asombro" no es una palabra cualquiera. Para Miguel Arteche era precisa: "Asombro es la palabra que define muy bien lo que me parece sea la poesía, porque es el asombro lo que nos hace ver a las personas y las cosas cómo si las viéramos por primera vez. Como si recién hubieran nacido. Es como cuando nos enamoramos: todo se nos aparece como si por primera vez descubriéramos algo que no habíamos descubierto en la persona amada", decía el poeta.
Fuente: El Mercurio
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